La comida fast food representa un estilo de vida, no sólo es un mecanismo de la mercadotecnia, representa todo un estilo de vida.
Como todos sabemos los principales promotores de la comida Fast Food y su ineherente forma de vida, son los americanos.
Ellos han creído que hacer las cosas rápido tiene mucho que ver con productividad, y así lo exportaron a todo el mundo. Pero esto está cambiando. Europa está demostrando que productividad no quiere decir hacer las cosas rápido.
Hace algunos años empezó el movimiento “Slow Food”, el cual se promueve que los alimentos deben disfrutarse al máximo, con el debido tiempo que se lleve todo el ritual de la comida.
Este movimiento tiene su sede en Italia y su logotipo es un caracol. Este movimiento despertó el análisis de muchos europeos y se han concientizado del enorme valor de hacer las cosas a su paso.
Las famosas frases norteamericanas como “Do it now!”, “Time is money”, “just in time” y por supuesto “fastfood” deben revalorarse. No es así como debemos vivir.
Con el cristianismo pasa igual, es más me atrevo a pensar que existe un pensamiento paralelo, al querer hacer todo de prisa, por ejemplo, la enseñanza del rapto, que hace que los cristianos entren a un ritmo de vida acelerado creyendo que el siguiente minuto puede darse el rapto, y con esa idea en mente, dejan de estudiar, dejan de trabajar como se debe, dejan al lado muchas cosas importantes creyendo que tienen un rapto que los persigue. El cristianismo se adaptó muy fácilmente al estilo de vida “Fast Food”. Todo rápido, todo de prisa, "algo va a pasar pronto".
Personalmente creo que con esta Reforma actual, el paso es lento, para disfrutarse. No hay rapto que nos persiga. No hay prisas, hagámoslo bien. ¿Cuál es la prisa?.
Tenemos todo el tiempo del mundo, tenemos toda una eternidad para hacer bien las cosas. Disfrutemos cada momento de nuestro cristianismo.
Pongamos en marcha la Reforma, sin prisas, no hay porque acelerarse, dejemos que las cosas se sazonen a su tiempo. Quitemos el sentido de urgencia y instalemos el sentido de importancia en nuestras vidas y en nuestras reuniones. Enfoquémos lo importante. Las prisas sólo llevan a una mala digestión y a una mala salud.
Pensemos dos veces antes de echar a andar programas como “Alcanza al mundo en un año” o “plan 1000 días”. Mira, mucha gente pierde su presente por planear todo el tiempo su futuro.
Muchos cristianos dejan de disfrutar a Dios por esperarlo. ¿Me expliqué? Es tanto su anehelo que Jesús regrese a la Tierra que pierden los mejores momentos de su vida al lado de Dios “tratando de provocar su regreseo” dejan pasar tiempos hermosisímos y todo por estar “trabajando” en que se den las condiciones para que regrese.
Él va a regresar cuando Él quiera. Que trabajes afanado no va cambiar el reloj de su regreso. Y lo más probable es que dejes pasar momentos inolvidables a su lado.
Lo he dicho antes, en esta Reforma, de la Iglesia en casas, o la Iglesia en todo lugar, el crecimiento es muy diferente a otros tiempos, antes la mecánica era ver que las iglesias se convirtieran en mega iglesias, crecer mucho y rápido era la consigna. Y todos trabajábamos en ello. Hoy es diferente.
Hoy debemos disfrutar que somos mejores si somos pocos. Que no llevamos absolutamente ninguna prisa. Que tenemos bien claro el objetivo y que somos productivos. Sin movernos en el estrés de hacer todo rápido.
Si los americanos quieren seguir llevando su vida a la “FastFaood” allá ellos. Nosotros sabemos que todo tiene su tiempo debajo del sol. Y no hay nada que pueda alterarlo.
Hay cosas verdaderamente importantes en la vida como para llevar un estilo FastFood. La familia, los amigos, la conviviencia con otros creyentes, la oración, y todas ellas no tienen atajos, ni vías rápidas, son cosas en las que se requiere tiempo. Mucho tiempo.
Armando Carrasco Z.
martes, 2 de octubre de 2007
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