Nunca perdamos de vista algo, Dios es una persona. Él no es una revelación, no es una doctrina, no es una predicación ungida, no es un concepto ambiguo, no, Él es una persona. Y eso nunca debemos perderlo de vista.
A lo largo de estos años he visto y conocido muchos argumentos acerca de la Iglesia en casas y en todo lugar. Son argumentos contundentes. Y muy muy válidos. Tanto que yo me he apropiado de muchos de ellos. Me han servido como columnas para enfocarme correctamente en esta labor de la Iglesia en todo lugar.
Sin embargo, me doy cuenta que podemos enfocarnos tanto en buscar bases bíblicas para hacer Iglesia en todo lugar que podemos perder de vista la verdadera razón de hacer Iglesia.
Lo que tenemos que hacer en una casa donde se reuna el Cuerpo, no es otra cosa que presentar a Cristo resucitado. No podemos dar sólo una lista de argumentos de la Iglesia en casas, o una doctrina específica, o una enseñanza guía. Si lo hicieramos caeríamos nuevamente en necesitar a un hombre para guiarnos en las cosas de Dios.
Si logramos tener la capacidad de presentar a Dios como una persona viva. Las cosas cambian, porque la gente ya no esperará a que alguien traiga una doctrina nueva, sino que su más apasionada tarea será buscar a Dios.
Buscar su cara, buscar su amistad, buscar conocerlo, después de todo cuando entremos al cielo no nos van a dar un exámen de conocimientos donde nos pregunten cosas como de qué corriente del cristianismo somos, o si somos bautizados o no, si hablamos en lenguas o no, si creemos en la gracia o no, será tan simple como si somos conocidos por Él o no.
Y seguro que Él sí te conoce, seguro. Pero que horrible sería que tú lo conocieras hasta que llegues al cielo. Que sólo te hubieras guiado por doctrinas o enseñanzas. Que nunca lo huibieras visto actuar, que no conocieras su voz, ni su guianza, eso sí sería feo.
Para conocer a Dios, necesitamos saber que Él es una persona y que interactua con todos sus hijos, no sólo con algunos consentidos. Eso es todo. Asi de simple, Así de complicado. A Dios le gusta interferir en tus asuntos, le gusta estar contigo y escucharte y no sólo eso, le gusta responderte.
El epicentro de las reuniones de una casa abierta para la Iglesia es la presencia de Dios vivo y manifiesto. Donde el se enseñoreé verdaderamente de su Iglesia, donde le pueda pasearse por los pasillos de la casa y abrazar y palticar con todos y cada uno de sus hijos e hijas.
Dios es una persona. Ve, escucha, y habla. No hagas como muchos que sólo hablan de Él. Pero no lo dejan hablar, que sólo escuchan de Él pero no lo escuchan a Él. Él está anisoso por hablarte, y decirte tantas cosas que te vas a quedar asombrado cuando lo dejes hablar.
Armando Carrasco Z
lunes, 20 de agosto de 2007
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