Siempre he creído en la llenura del Espíritu Santo. He visto y experimentado cosas maravillosas. Sin embargo en cierta ocasión alguien me comentó que eso de la “llenura del Espíritu Santo” era una doctrina mal fundamentada y me dio un argumento que me dejó pensando, me dijo que una vez que una persona se convierte en hijo de Dios en ese momento el Espíritu Santo mora en él y es completo. Argumentaba que no puede ser que un cristiano sea medio vacio o medio lleno de Dios.
La verdad, me hizo pensar. Pero pasan los años y me doy cuenta en la vida diaria del cristianismo que hay dos clases de cristianos, los que son llenos del Espíritu Santo y los que no. Es evidente que hay una diferencia, ambos creen en Cristo como su Señor y Salvador. En eso no hay diferencia. Pero uno de ellos manifiesta a Cristo de una manera impresionante, y el otro sólo habla de doctrina. Uno habla de Dios, el otro lo conoce y lo hace manifiesto.
Yo creo que cuando Jesús nos dijo que el era el pan de vida sabía muy bien porqué lo decía, al igual que de nuestro interior correrán ríos de agua viva.
Primero, al decirnos que Él es el pan de vida nos está diciendo que para poder subsistir necesitamos de Él. También nos dijo que no sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Esto nos lleva a pensar en lo siguiente; el hombre necesita comida y agua para poder vivir, cualquiera de estos elementos que falte por unos días nos llevará a la muerte. Y hay algo curioso, cuando comemos experimentamos un sentimiento de satisfacción o de llenura. Al igual con el agua. Y cuando pasan una horas lo que experimentamos es un sentimiento de vacío y hambre.
Lo mismo pasa con el hombre interior espiritual. Necesitamos de Él para estar llenos de Él. Si sólo te conformas con saber de Él siempre vas a tener ese sentimiento de insatisfacción. Cuando buscas comer de Él, el pan de vida encuentras una llenura de Dios.
Hay cristianos que se conforman sólo con tener la seguridad de su salvación. Son felices así. Pero hay otros que no paramos hasta encontrarnos con Dios cara a cara. Buscamos su amistad por todos los medios posibles, no nos conformamos con saber de Él, queremos estar con Él, hablar con Él, conocerlo y por su puesto ser sus amigos.
Cuando estemos en la puerta de entrada al cielo, sólo una cosa va a bastar para entrar; si lo conoces o no. Él no va a preguntar si eres carismático o pentecostal, si eres buatista o presbiteriano, si crees tal o cual doctrina, no, no, no. Sólo una cosa bastara para entrar, y es que te conozca.
Esa llenura del Espíritu Santo no es tanto el buscar las manifestaciones externas que muestran su prescencia, sino más bien es el resultado de una búsqueda apasionada por Dios y su prescencia manifiesta. La búsqueda intensa de Dios como persona, la busqueda radical por encontrar al Dios que quiere ser mi amigo. Cuando se logran instantes, porque a veces son sólo segundos de estar con Dios manifestado. Entonces algo de Él se queda impregnado en nosotros que lo hacemos evidente. Es imposible que la gente no se de cuenta que hemos estado con Jesús.
Armando Carrasco Zamora
miércoles, 22 de agosto de 2007
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